La aparición de la tecnología “wearable” (todo aquel dispositivo electrónico capaz de procesar y almacenar información, que ha sido incorporado a la vestimenta o accesorios que una persona utiliza en su cuerpo) es el catalizador que permite monitorizar la variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC) de forma rápida, sencilla y eficaz. El uso de esta fuente de datos puede ser un medio importante para ayudar al médico de la persona asegurada a garantizar la correcta evaluación de la capacidad funcional. Si bien el diagnóstico clínico proporciona una base para la gestión médica de la enfermedad, en el mundo de la evaluación de siniestros el factor clave es evaluar y comprender la capacidad funcional para el trabajo. El diagnóstico en sí no es el único factor determinante en la evaluación de la capacidad funcional para el trabajo.

La gestión de cualquier solicitud de indemnización de incapacidad laboral debe centrarse, fundamentalmente, en lo que la persona asegurada puede hacer desde el punto de vista de su capacidad funcional, y no en lo que no puede hacer. La vía de evaluación de las solicitudes para cualquier afección subjetiva siempre está plagada de incertidumbre a la hora de evaluar la veracidad de la incapacidad funcional alegada. La búsqueda de una herramienta de evaluación funcional objetiva para valorar este aspecto sigue siendo problemática.

Con la tecnología “wearable”, ¿hemos encontrado una medida objetiva que pueda ayudar a los evaluadores de siniestros a comprender mejor la capacidad funcional y saber si una persona asegurada ha alcanzado un punto en su ciclo de recuperación que permita considerar y aplicar una reincorporación gradual al trabajo? ¿Puede aportar datos que permitan a las personas aseguradas gestionar mejor las fluctuaciones de su capacidad funcional asociadas a la enfermedad que se les ha diagnosticado?